jueves, 11 de septiembre de 2014

Ana Ozores. Amor propio o amor carnal.

La Regenta es la obra por excelencia de Leopoldo Alas Clarín. Fue publicada por pequeños artículos sueltos en las revistas conforme los iba escribiendo para luego ser publicada en dos tomos en 1884 y 1885. Se considera la cumbre de la novela del siglo XIX, con un estilo entre el naturalismo y el realismo progresista. Hay ocasiones en las que, la intención del autor de permanecer bajo un punto de vista objetivo, fallan, dirigiéndose a veces directamente al lector.

Como protagonista tenemos a La Regenta, Ana Ozores, una mujer marcada por las pérdidas y las críticas sociales hacia su persona, que vive frustrada y con constantes crisis nerviosas a causa de sus recuerdos y sus fuertes indecisiones morales. Nunca gozó del amor de una madre, que le fue arrebatada justo al nacer, contando como apoyo femenino solo con un aya que le maltrataba y criticaba constantemente; al igual que el amor real de su padre, que apenas sí le hacia caso. Sin embargo, este amor, aunque no era lo esperado, lo recibió de manos de su futuro marido, Don Víctor Quintanar, que no la veía verdaderamente como una esposa sino como una hija, situación que la empujó aún más a la frustración al nunca verse siendo madre ni mujer.

De esta manera, Ana busca en la religión y en el magistral Fermín de Pas otro tipo de amor, más espiritual, más fraternal que ahogue sus tentaciones, deseos y frustraciones.
No obstante, y a pesar de sus intentos por ahogar dichos deseos, cae en las redes del Don Juan por excelencia de la obra, Don Álvaro Mesía. Mesía se convierte en amigo de Don Victor para acercarse a Ana, y lo consigue. Primero genera la curiosidad de esta y luego una amistad con intenciones que acaban en el adulterio por parte de la Regenta, venciendo asi el amor carnal, frente a ese amor "diferente" que siente hacia la figura de su marido.
Sin embargo, hay un amor que actúa sobre Ana de manera oscilante: el amor propio.
A lo largo de la obra vemos como Ana experimenta una metamorfosis en su estado anímico que la lleva desde la más profunda angustia, hasta una sensación de renacer y posibilidad de cambio en los meses en los que la obra se desarrolla en primavera. 
El tiempo es un factor muy importante en la novela, viéndose sobre todo en la segunda parte, de modo que el tiempo en la novela tiene implicaciones en el carácter y en el estado emocional de Ana. Por ejemplo, el capitulo 16 tiene lugar en Noviembre: Ana está frustrada y se ve a ella misma como una muerta en vida (existiendo una relación directa entre el personaje y noviembre como mes de los difuntos).
En el capítulo 18 vemos el fastidio y como el personaje de Ana está marcado por el hastío, frustrada, de manera que esta se decanta por la vida de sacrificio. Su hipocresía es diferente a la del resto de las personas de Vetusta: no lo hace por el hecho de engañar a la gente, sino que se engaña a sí misma, creyéndose que está por encima de los demás, queriendo llegar a un estado de superioridad espiritual, hasta comprender que no puede. 
Sin embargo, también encontramos en los últimos días de invierno esa transición en su ánimo: se siente con fuerzas y ganas de renacer, como símil a la naturaleza.
Por último, el amor propio de Ana se ve machacado por las críticas y su propia conciencia tras la muerte de Quintanar, por lo que decide marcharse y huir de dichas críticas. En la catedral, tras la fuerte reacción del magistral hacia su misma persona, cae rendida en el suelo de la capilla, sintiendo, tras el beso de Celedonio, como "si el vientre de un sapo hubiese rozado sus labios". El amor propio de Ana se derrumba entonces.
De este modo, la figura de Ana queda destrozada tras comprobar que no disfruta ni tan siquiera del propio respeto que ella misma debería tenerse, ni de ningún otro.

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