viernes, 20 de junio de 2014

El estudiante de Salamanca II

El estudiante de Salamanca es un poema narrativo de José de Esproceda. La versión completa se publicó en 1840, aunque el autor dio a conocer algunas partes de la obra en 1837.
En esta entrada, me centraré en la tercera y cuarta parte de la obra de José de Espronceda, El estudiante de Salamanca, volviendo a hacer el recorrido de las características que se observan en Don Juan Tenorio de Zorrilla y esta obra a comentar.
Como ya hemos visto anteriormente, el poema de Esproceda recoge algunos tópicos del Romanticismo, el amor imposible, la irreligiosidad del protagonista, la muerte o la visión del entierro.
El poema comienza con la descripción de Salamanca, de Don Félix y de Doña Elvira y continúa con la muerte de Doña Elvira.
La tercera parte del poema comienza con un cuadro dramático, y una cita de Moreto, San Francisco de Sena:
<<Sangento. ¿Tenéis más que parar?
Franco. Para los ojos.
..........................................................
Los ojos sí, los ojos: que descreo
del que los hizo para tal empleo.
Vemos una partida de cartas entre seis jugadores: En derredor de una mesa/ hasta seis hombres están,/ fija la vista en los naipes,/ mientras juegan al parar>>.
En las escenas I y II vemos a un Don Félix que apuesta y pierde hasta el retrato de Doña Elvira. En la escena III entra en acción Don Diego, el hermano de la protagonista, quien reta a Félix de Montemar a duelo para vengar a su hermana.
El autor inicia la cuarta y última parte de la obra con el duelo entre Don Félix y Don Diego, quien muere a manos del protagonista. Félix vuelve a pasear por las calles de Salamanca que recuerdan a la primera parte del poema, y donde encuentra el espectro de una mujer cubierto con un velo a la que intentará conquistar, como buen Don Juan. Comienza preguntándole quién es y acabará siguiéndola mientras le dice que él nunca persigue a una mujer. Simbólicamente el paseo es el que le conduce hasta la muerte, poco a poco el personaje observa como todo cambia a su alrededor. Llega al cementerio donde asistirá a su propio entierro. El protagonista no cambia de actitud hasta el final, sigue en su actitud arrogante, e incluso, se cree por encima de Dios y del diablo, al que prefiere enfrentarse antes que a Dios. Sigue caminando hasta llegar a un lugar donde no hay cielo ni estrellas, y lo que podría ser el Purgatorio. Traspasa el palacio y un torbellino los lleva hasta la tumba de Elvira, quien llora al llegar a sobre su tumba, en ese momento, Félix comprueba que el retrato que tiene de Doña Elvira también llora.
Un coro de espectros rodean al protagonista cantando felices que la esposa ha encontrado al esposo:
<<¡Es su esposo!, los ecos retumbaron.
¡La esposa al fin que su consorte halló!
Los espectros con jubilo gritaron:
¡¡Es el esposo de su eterno amor!!>>
Don Félix sigue con su actitud prepotente, llegando a burlarse de Don Diego cuando aparece para comunicarle que debe casarse con Elvira. El espectro femenino alarga la mano para tomar la del hombre que siente miedo al notar el frío y le quita el velo. Con más horror descubre que la persona que le ha acompañado durante todo el camino es un esqueleto, y aún queriendo huir, la mujer lo besa. Don Félix muere en ese instante.

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