A continuación nos dispondremos a comentar el cuento de Una nariz, de Manuel Bretón, es un relato humorístico que fue publicado por la prensa romántica. Este cuento, que es una anécdota de carnaval, comienza en una fiesta en la que un poeta ofrece bellas palabras a una dama para embelesarla y así conseguir que esta se destape la cara, la cual lleva cubierta con una máscara:
—Pero sin ver al menos el rostro cuyas perfecciones he de
ensalzar, sin conocer el dulce objeto de mis inspiraciones...
—¿Eso dice un poeta? A vosotros que vivís siempre en las
ilimitadas regiones de lo ideal, ¿qué falta os hace la presencia
de los objetos de vuestro culto? Yo, por mi parte, no fío tanto de
mi cara, ni me parece tan estéril tu imaginación que me aventure
a descubrirme.
La serrana se resiste desde el comienzo del diálogo a mostrar su rostro, no obstante ante la persistencia del poeta esta accede, con la condición de que sea él mismo quien lo haga, para así recibir un castigo por su impaciencia:
—Basta, bien. ¡Tú lo quieres! Me vas a ver sin máscara. ¡Que
hayamos de ser tan débiles las mujeres!... Pero a lo menos no
sean mis manos las que abran la caja de Pandora. Recibe por las
tuyas el castigo de tu loca impaciencia.
—¿Eso más? ¡Oh, gloria! ¡Oh, ventura! ¡Envidiadme mortales!
¡Dadme la lira, oh, musas! En este momento soy Píndaro,
soy Tuteo...
—En este momento eres un insensato...
Como podemos observar, esta sabiendo lo que se escondía debajo le advierte de que no es buena idea verle es rostro, pues debajo se va a encontrar una nariz algo peculiar, sin embargo, lo que el poeta desconoce, que esa nariz no es real, sino otra máscara, pero para cuando este lo descubre ella se marcha del brazo de otro asistente de la fiesta:
—¡Cómo!... ¿Qué dice usted?... Pues...
En esto, echó una mano a su nariz y... ¡se la arrancó!
¡Pecador de mí! Era postiza, era de cartón y quedó descubierta
la suya verdadera, no menos agraciada y perfecta que las
demás facciones de su cara.
¿Cómo pintar mi vergüenza, mi desespero, al ver tan preciosa
criatura y al recordar la ligereza, la indiscreción, la iniquidad
de mi conducta? Iba a pedirle mil perdones, a llorar mi
error, a besar postrado el polvo de sus pies, pero la cruel dio el
brazo a su pareja, me desconcertó con una mirada severa y desapareció
diciéndome fríamente: beso a usted la mano.
Cabe destacar la enorme labor de Manuel Bretón en la realización de este diálogo y lo satisfecho que debió sentirse con el, pues fue incluido en varias ediciones de obras suyas e incluso en una de sus comedias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario